viernes, 25 de marzo de 2011

Nacho Vegas celebra homilías, no conciertos


Lleno total en la primera parada del asturiano en la capital. Las 900 personas que acudieron el jueves a la Joy Eslava no eran público, eran acólitos reverenciando el discurso de su líder. Y sí, estuvo Christina Rosenvinge.

Alguien que reniega de este músico me dijo en cierta ocasión "tiene que ser jodido ser Nacho Vegas, tan triste todo el día". Lo jodido debe ser dar un concierto y no mover ni un pie al ritmo de tus canciones.

Baste un ejemplo: El punto álgido de la noche lo alcanzó Vegas con Dry Martini, cuando en la parte instrumental eléctrica que cierra el tema, se movió cuatro pasos. El público ni eso. Algún que otro balanceo, una tímida mano que asoma -pidiendo eutanasia o gritando amén- poco más; todo muy aséptico y calmado.

Pero es que eso es Nacho Vegas: contención, atmósfera, lírica.

Bajo esas premisas, en el país de los ciegos, él sería el rey. Quién quiere puesta en escena cuando lo que busca es comulgar con la intensidad de la música del asturiano.

Y parece que Nacho sabe que ese es su fuerte, porque lo alimenta. Y con ganas. Pasaron diez canciones hasta que se dirigió por primera vez al público: "Buenas noches, que antes se me ha olvidado". Presentó a su banda y punto. Ni una palabra más en la hora y tres cuartos que duró el concierto.

A lo largo de ese tiempo, tuvo tiempo de presentar La Zona Sucia casi al completo, solo se dejó fuera La comedia humana. Abrió con Cuando te canses de mi y cerró con El mercado de sonora.

Catársis colectiva en Taberneros y unos coros muy acertados por parte del público para sustituir a los niños en esa nana sombría que es Lo que comen las brujas. Sí, estaría feo dejar que vuestros hijos salieran de gira con Nacho.

Se notó, además, que ha estado repasando su discografía recientemente, porque rescató de su cancionero temas poco habituales como Hablando de Marlén y Maldición, sórdidas y pesadas, y tuvo un hueco para Canción de Palacio #7, Detener el tiempo y Va a empezar a llover.

Respeto reverencial entre los asistentes a Canción del extranjero, versión del asturiano de un clásico de Leonard Cohen, y un hecho tan inédito como las palabras de Vegas durante uno de sus conciertos: una sonrisa.

Fue después de Me he perdido, de Verano Fatal, el disco que firmó a medias con Christina Rosenvinge. "¡Olvídate de ella, Nacho!", gritó un exaltado. Él respondió con una mueca. La aludida estaba en el palco, pero ni caso.

Será que se ha acostumbrado a salir en la prensa rosa -lo recordó con La gran broma final- pero desde luego, que te deje la novia y la gente te aplauda no tiene mérito. Lo que tiene mérito es que te dejen y escuches -solo- a Nacho Vegas. Malos cuidados paliativos.

Fuente~

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